Resolución   Leave a comment

resolucion

Bajo mis pies, la arena fría del invierno.
Sobre mí, el apagado sol de un atardecer nublado.
Ante mí, un mar que poco a poco empieza a crecer.
Cerca de mí, la arena que se hunde bajo mis pies
Y a unos pasos, un objeto de cristal que lentamente llega hasta reposar en la playa.
Me quedo mirándolo. Me acerco y reparo en el objeto: es una botella de cristal, con un tapón de corcho. Dentro hay lo que parece un papel, un trozo de cuerda y, atada a ella, una llave.
No obedezco a las costumbres, a los tópicos, ni al romanticismo de una botella que llega del mar, con mensajes desesperados, recuerdos imborrables, o palabras eternas.
“Quién sabe lo que dirá”, pensé, «¿y a quién le importa?»
No obstante, la llave me interesa. Todas abren algo.

Cojo la botella. Me siento en la arena y empiezo, no sin esfuerzo, a descorcharla. Dentro sólo hay lo que visto antes; observo la llave, la cuerda y el papel, incluso la huelo, pero nada.
Aparto la llave y empiezo a leer. Es un papel grueso, manchado por algunos sitios, sin duda la humedad de días y días en el mar.
Dice:
«El mundo acabó, ya no hay lugar en la tierra donde poder sobrevivir. Decían que escapáramos, pero a dónde. Que nos alejáramos, pero hasta dónde. No hay salida, estamos condenados, absolutamente condenados. Sufriremos de un modo que nadie puede imaginar, algunos días, otros semanas, la mayoría, meses de insufrible agonía.
La solución, sin embargo, no estaba en nuestras manos, después del primer contagio, la suerte estaba echada.
Buscamos cómo erradicarlo, invertimos todos los días que nos quedaban en buscar una cura. No lo logramos, así que lancé miles y miles de botellas al mar, por el bien de todos, con la intención, amigo, de que no sufras demasiado.
En el aire de su interior, impregnado en el papel, una solución letal.
Gracias por abrir la botella y adiós para siempre.»

Post data: la llave no abre nada

Publicado 09/08/2020 por Laimor Lan en Microhistorias

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Intimidad   1 comment

Fray

Continuación «inevitable» de La conversación.

Él estuvo aquí, como antes ella en “La conversación”.
Nunca hubo palabras entre nosotros que expresasen mejor el cuidado y el cariño que había. No hacían falta, y si alguna vez las hubo, no eran necesarias.
Sus caricias eran roces sobre mí, en mis manos, en mi pecho, en mi rostro, tímidos maullidos, leves, sinceros, íntimos.
Ahora, mi amigo, ya no está conmigo, sino con ella.
Murió –sobraba la palabra, lo sé- pero siempre hay que decirlo.
Los años que estuvo, siempre estuvo presente a mi alrededor y en mi interior.
Nunca podré dejar de pensar en él, siempre los recordaré.

Publicado 08/02/2020 por Laimor Lan en Microhistorias

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Amor de glup   Leave a comment

amordeglup

»Con cada trago te quiero más.«

Es lo que le decía cuando nos abrazábamos en la esquina del banco, junto al callejón de la tienda de pescado, o sobre el banco del parque.

No hay borrachera de la que no broten sentimientos eternos. Por eso me gustan.

En esa ocasión, una noche de verano, volvimos a jurarnos amor incondicional. Esta vez, tras un seto del parque.

Habríamos hecho el amor para coronar tanto afecto, pero su ropa interior y la mía se resistían.

Descansamos para otro intento, mientras nos empeñábamos en hablar con las estrellas, en acariciarnos la cara, manoseándola, y conversar con dos personas más.

Nos sonreímos, siempre lo hacíamos, durante largos minutos de pretendido silencio.

A la mañana siguiente, tumbados en la hierba, alguien se incorporó a mi lado, me miró con ojos horrorizados, se tocó por todo el cuerpo, echó mano a su bolso, y preguntó asombrada:

—¿Quién es usted?

Y le contesté:

—¿Qué hago aquí?

Publicado 10/01/2020 por Laimor Lan en Microhistorias

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Una maciza emoción   Leave a comment

unamacizaemoción

Un remordimiento de narices, que, cuando pesa, pesa en extremo. Un plomo hecho de angustias inacabadas, atado a la carne de un corazón arrepentido. Una carga que te atrapa con su peso, que no te deja caminar, que no te deja levantar la cabeza para mirar hacia otro sitio que no sea el suelo. Una aflicción, y un recordatorio también de todo lo que pudo ser y fue, puede ser y es, y podrá ser y ya nunca será.

Publicado 27/10/2019 por Laimor Lan en Microhistorias

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La piel   Leave a comment

lapiel

Nunca olvidaré el olor de aquella piel. Nada más acercarla a mí, me penetró su aroma, como una fragancia intensa y, a la vez, suave. No era de ningún modo el hedor de muchas pieles finas, mal curadas, mal trabajadas.

La sostuve entre mis manos, la miré atentamente, antes de hacer nada. Cuando estuve en posición, agarré su extremo y la froté entre mis manos para comprobar su tersura y elasticidad. No tenía costura alguna, ni marcas de trabajo artesano. Sólo una piel seca, cuero viejo, pellejo curtido.

Aquella piel pudo ser guante o pantalón. Podría haber sido calzado fino, billetero eficiente; tal vez, chaqueta. A lo mejor un sombrero.

Pero acabó siendo el último aroma de mi vida. Un sugerente contacto piel con piel que deseé durante mucho tiempo.

Me agité en el sitio y, por fin, caí para unirme a ella por siempre.

Publicado 18/10/2019 por Laimor Lan en Microhistorias

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La solución   Leave a comment

lasolucion

Sentado en el bosque me hallaba, y una voz me llamó desde un árbol cercano. Era un hombre pequeño, con un trajecillo oscuro y un sombrero verde.
-Soy un duende -me dijo-, te concedo un deseo. Elige bien, pues sólo tienes uno.
Pensé un momento y me di cuenta de que no quería nada.
-¿Estás loco -me dijo- no aprovecharás para pedir eso que siempre has querido, tu deseo más soñado?
Le dije que no, y pareció molestarse.
-Los deseos me pesan, es una carga para seres como yo -me confesó-, debo de darlos, son demasiados. – y añadió-: Pero ya nadie quiere nada de corazón.
-Venga conmigo, le llevaré a una escuela. Allí descansará.

Publicado 09/10/2019 por Laimor Lan en Microhistorias

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Interimagen   Leave a comment

interimagen

Me miraba a través del espejo, y me apretaba contra su cuerpo.
Me dejé llevar, plegándome a sus deseos como si no pudiese decidir por mí mismo.
Podía sentir su corazón tan cerca de mí, que hice mío sus latidos.
Y apenas sin fuerzas, me dejé caer en sus brazos y cedí a su actitud, a su porte.
Jamás imaginé tal intimidad, como una segunda piel que sintiese dentro de la mía.
Entonces, de improviso, se deshizo de mí y me colgó en una percha.

Publicado 01/10/2019 por Laimor Lan en Microhistorias

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Cuidado   Leave a comment

Cuidado

Él la llevaba de la mano. Ella, encorvada y lenta, balbuceaba en sus pasos, mientras cruzaban la calle.
-Venga, vamos –le decía cariñosamente él.
-Te he dicho que no me hables así, sé muy bien lo que tengo que hacer- le grito ella.
Él sonreía a los que pasaban, como si no pasara nada.
-¡Qué me sueltes la mano, te digo!- le volvía a gritar ella.
-No, que te puedes caer –contestaba él.
Cada día, con alzheimer o no, él siempre la había acompañado.

Publicado 23/09/2019 por Laimor Lan en Microhistorias

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Al otro lado   Leave a comment

alotrolado

La langosta miraba tras el cristal del acuario. Algunos habían empezado con sus padres, otros con sus hermanas, y la mayoría ya degustaba a sus hijitos.
Miró a ambos lados y se dio cuenta de que era la última que quedaba. Con suerte, no la meterían en la cazuela esa noche, todos parecían estar servidos.
Un hombre llamó al camarero, y señaló el acuario. Las antenas se le erizaron y sus patitas nerviosas no encontraban una roca en la que esconderse.
El camarero se acercó al acuario, y la miró atentamente; luego volvió al cliente y negó con la cabeza. La langosta sintió que aún tenía mucha vida por delante.
“No es una buena langosta”, dijo el camarero, “sufre de misma plaga que acabó con los bogabantes”.

Publicado 15/09/2019 por Laimor Lan en Microhistorias

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El desafío   Leave a comment

eldesafio

La abuela sonrió al nieto, y sacó de su bolsito unas pequeñas tijeras.

-Ve y córtaselo –le dijo al infante.

El niño le sonrió. Agarró las tijeras y lentamente, sin hacer ningún ruido, a su padre se acercó.

Dormido había quedado sin darse cuenta la noche anterior, en su sillón favorito, aún con las zapatillas puestas.

El niño apretó en su mano el instrumento y lo acercó al pecho del padre. Miró a su abuela y ésta asintió.

Sin que éste se despertara se lo quitó de las manos, enredados los lazos de colores entre sus dedos aquí lo había encontrado, con un precioso papel azul brillante; lo que él más quería aquel 6 de enero.

Publicado 26/08/2019 por Laimor Lan en Microhistorias

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